Pero… ¿Dónde están las barreras?
El número 305, del mes de junio, la Revista Aula de Innovación de Graó, se publica un nuevo artículo en el que trato de aclarar el concepto de barreras a la participación.
Entender de forma clara el concepto de barreras a la participación es clave para generar un modelo inclusivo en nuestras aulas. Sin embargo sigue sin entenderse de forma adecuada y, lo que es peor, la concepción que se está generando no solo está equivocada sino que perjudica gravemente las acciones docentes que se dirijan a minimizar esas barreras.
La LOMLOE ha redefinido el concepto de alumnado que presenta necesidades educativas especiales (NEE en adelante) de la siguiente forma:
«Artículo 73. Ámbito. 1. Se entiende por alumnado que presenta necesidades educativas especiales, aquel que afronta barreras que limitan su acceso, presencia, participación o aprendizaje, derivadas de discapacidad o de trastornos graves de conducta, de la comunicación y del lenguaje, por un periodo de su escolarización o a lo largo de toda ella, y que requiere determinados apoyos y atenciones educativas específicas para la consecución de los objetivos de aprendizaje adecuados a su desarrollo.”
Es importante que el concepto “barreras” aparezca en la definición de alumnos/as con NEE (no vamos a entrar en la conveniencia de seguir usando estos términos de NEE en un modelo que se autodenomina “inclusivo”), ya que nos obliga a entender que esas barreras son el objetivo principal de la acción docente de cara a minimizarlas o eliminarlas de los diseños didácticos que planifiquen.
La RAE nos define el término barrera, en su acepción primera como valla, compuerta, madero, cadena u otro obstáculo semejante con que se cierra un paso o se cerca un lugar. En su acepción quinta, nos la define como obstáculo, embarazo entre una cosa y otra.
En definitiva, cuando trasladamos el término al ámbito educativo nos estamos refiriendo a los obstáculos que hacen que se “cierre” el paso (acceso) a la realización de las actividades que proponemos en las aulas. Un ejemplo de barrera puede ser que una información se presente solo en formato texto escrito. Esto significa que para acceder al contenido de esa información el alumnado debe “salvar” el obstáculo de la decodificación y comprensión lectora.
Los obstáculos están inmersos en el propio diseño de la actividad, y son los alumnos/as los que se los encuentran cuando tratan de acceder a ella y realizar la “acción” que se les está pidiendo.
Es evidente que algunos/as alumnos/as tendrán menores dificultades para salvar este obstáculo si, como es el caso del ejemplo, han recibido un entrenamiento previo en la decodificación y comprensión lectora, y este entrenamiento les ha permitido adquirir las habilidades suficientes para salvarlo sin dificultad. Pero qué ocurre si tenemos un grupo de alumnos/as que, o bien no han recibido este entrenamiento, o bien sus capacidades personales dificultan su adquisición. En este caso, la barrera será insalvable.
Y podemos pensar que es el alumno/a que no tiene las habilidades suficientes para salvarlos el que tiene el problema, el que tendría que hacer algo para adquirir las habilidades suficientes o por buscar otro camino alternativo al no ser capaz de solventar el obstáculo.
Pero esto no quita el hecho de que la información que le hemos presentado llevaba consigo una barrera, que es la de la lectura, y que, de haberse generado inicialmente con otras alternativas diferentes, no se las habrían encontrado, o al menos, habrían tenido la opción de elegir la más adecuada. Si el objetivo de aprendizaje no es la lectura propiamente dicha, ofrecerle la información solo por la vía escrita, supone una barrera para la adquisición del auténtico objetivo del aprendizaje.
Para que entendamos este proceso mejor vamos a irnos al ámbito de la cotidianeidad: las aceras en las calles. Cuando accedemos a ellas, el pequeño desnivel inicial que presentan (barrera) puede ser salvado sin la mayor dificultad por la mayor parte de la población, pero existe otra pequeña parte para la que el obstáculo es insalvable (silla de ruedas). El obstáculo no está en la persona que tiene la silla de ruedas, sino en el diseño de la calle y su acerado. Podríamos proponerle a esta persona que adquiera una silla con las posibilidades técnicas para subir automáticamente escalones de aceras. Habría que diseñar esa silla, la persona tendría que adquirirla, con el coste económico que esto le supondría, aprender a usarla, entrenarse específicamente para ello… Y mientras, el resto de personas no tendrían que hacer nada de esto. Esto es lo que denominamos ajustes desproporcionados.
Creo que todos/as somos capaces de entender que si la acera se hubiese diseñado con una rampa, o con un desnivel mínimo, esta persona no habría tenido que realizar este esfuerzo extra por salvar una barrera que está en el diseño urbano, no en él.
Teniendo todo esto presente, vamos a analizar de nuevo la definición de alumnado con NEE en las partes que nos ocupan:
Aquel que afronta barreras: el punto de partida es erróneo, porque las barreras, como hemos aclarado están en los diseños didácticos, y por tanto son afrontadas por todos/as.
…que limitan su acceso, presencia, participación o aprendizaje…: entendemos que es aclaratorio de qué les ocurre a las personas que no pueden salvar esa barrera.
…derivadas (las barreras) de discapacidad o trastornos graves de conducta….: aquí es donde aparece el gran error. La RAE nos dice sobre derivar: Dicho de una cosa: tener su origen en otra. En este caso la barrera tiene su origen (deriva) en la discapacidad. Otra vez es el alumno/a con discapacidad el que origina la barrera.
Mientras no entendamos esta concepción de las barreras, no podremos entender lo que significa la escuela inclusiva.