La Inclusión según… Jesús Martínez – Aulas Inclusivas: Una oportunidad para el crecimiento personal
Hoy contamos con la gran colaboración de uno de los maestros de Pedagogía Inclusiva más comprometidos con la transformación de la escuela hacia un modelo inclusivo.
Jesús Martínez (@mjmmubeda77) es además Jefe de Estudios en SAFA Úbeda y está implicando a este centro en este cambio para la participación de todos.
Os dejo con esta reflexión sobre la escuela inclusiva de Jesús Martínez:
Aulas Inclusivas: Una oportunidad para el Crecimiento Personal
Hablar de escuela inclusiva en pleno siglo XXI parece redundante. Pero es cierto que son muchos los contextos educativos que siguen reduciendo el concepto de escuela inclusiva a los principios educativos, a las señas de identidad…, sin que esta forma de entender la educación tenga un reflejo en la práctica educativa dentro del aula.
Es curioso cómo el término escuela inclusiva se ha reducido, fundamentalmente, para referirnos al modelo educativo del alumnado discapacitado, también denominado de Necesidades Educativas Especiales (NEE). Pero en la última década, algo está cambiando. Conceptos como neurodiversidad, personalización del aprendizaje, inteligencias múltiples, enfoque competencial…, nos están llevando hacia un modelo de escuela que, más lentamente de lo que muchos quisiéramos, está transformando nuestras aulas.
En estas próximas líneas, solo pretendo mostrar que las aulas inclusivas no son una utopía, sino que hace algunos años fue el sueño de muchos y, poco a poco, se ha ido convirtiendo en una realidad.
Las aulas inclusivas no son una utopía
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En primer lugar, hablemos de “Justicia y Transformación Social”. Sí, al igual que la mirada es el reflejo del alma, la escuela es el reflejo de nuestra sociedad. Por ello, si realmente queremos transformar nuestra sociedad, es necesaria la búsqueda de aulas que realmente consigan sacar lo mejor de cada uno de nuestros alumnos/a, ofreciéndoles en igualdad de oportunidades, una respuesta educativa de calidad. Respuesta educativa que, solo será de calidad, si somos capaces de personalizar los procesos de enseñanza-aprendizaje, uno de los grandes retos de la escuela del próximo siglo.
Para ello, los equipos educativos deben conseguir transformar los centros educativos en verdaderos “Centros de Enseñanza” situando el foco en el alumnado. Pero, ¿cómo conseguirlo?
Somos distintos, pero no tan diferentes
Será necesaria una nueva mirada a la hora de realizar “la evaluación psicopedagógica”. Absolutamente todos tenemos que conseguir de nuestra condición una ventaja para superar los reveses que la vida nos va a ir poniendo en nuestro camino. Para ello, el modelo de evaluación psicopedagógica actual tiene que ser revisado. Y no me refiero al que viene recogido en el actual marco legislativo, sino aquel que en muchos centros aún se está llevando a cabo.
El actual marco legislativo lo especifica claramente: “La evaluación psicopedagógica se entenderá como un proceso interactivo, participativo, global y contextualizado. Enmarcándose en un enfoque holístico que permita ofrecer orientaciones útiles y precisas para el ajuste de la respuesta educativa”.
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Una discapacidad o déficit es una condición que para nada puede servir de excusa para apartar y eliminar un derecho que todos los alumnos tienen
Una evaluación que se centre en las potencialidades del alumno/a, acompañada de cambios a nivel metodológico (ABP, aprendizaje cooperativo…) y organizativo (redes de apoyo naturales en los centros, docencia compartida…), junto a políticas de centro que partan de una reflexión exhaustiva de la realidad y que apoyen un determinado modelo de escuela, nos llevará a comprender que una discapacidad y/o déficit es una condición, es decir, una forma de ser y estar en la escuela, y para nada ésta puede servir de excusa para apartar y eliminar un derecho fundamental que TODOS los alumnos y alumnas tienen. Entender este proceso como una herramienta eficaz que nos permita detectar las barreras con las que se encontrará en su aprendizaje el alumnado, y poder ofrecerle una respuesta educativa de calidad que permita la presencia, participación y progreso; debe ser uno de los puntales de la escuela inclusiva.
Hablemos un mismo idioma
La discapacidad solo nos muestra una realidad. No se trata de tener o no un determinado umbral de competencias, sino de comprender que lo normal es que exista una gran variedad de capacidades. Llegar a esta conclusión como claustro no es nada fácil, pero sería interesante reflexionar como equipo el modelo de escuela que se defiende dentro de nuestro centro. De esta manera, dependiendo de la elección que se haga, nos podríamos encontrar con aulas que solicitan una gran cantidad de evaluaciones psicopedagógicas y dictámenes, e informes de evaluación que son verdaderas losas para un determinado perfil de alumnado. Para que esto no ocurra, se pueden generar espacios de diálogo que nos permitan afrontar la atención de la diversidad desde tres dimensiones complementarias: la cultura de centro, el diseño de políticas, y prácticas inclusivas.
Abordar este cambio de enfoque nos puede llevar a reflexionar profundamente sobre las necesidades educativas que se dan en nuestras aulas, ya que son especiales porque intentamos que el alumnado se adapte al sistema en vez de adaptar el sistema a la realidad de nuestro alumnado.
Qué y cómo enseñar
Si queremos afrontar el desafío de la atención a la diversidad desde un enfoque inclusivo, hay que abordar un nuevo modelo de propuesta didáctica, en la que se pase de las adaptaciones curriculares a un modelo de ajuste curricular. Este nuevo enfoque, acompañado de cambios metodológicos y organizativos (paisajes de aprendizaje, comunidades de aprendizaje…), no solo nos va a permitir ser más coherentes con el marco legislativo actual, sino que nos permitirá gestionar eficazmente la heterogeneidad. Si realmente queremos programaciones útiles para nuestras aulas, éstas deberán tener en cuenta a todo el alumnado presente en las mismas. Además, si deseamos que estas programaciones sean verdaderos motores de cambio se necesitará que vayan acompañadas de un profesorado que se escuche y escuche, que motive e ilusione, que continúe aprendiendo, que tienda puentes entre otros compañeros, que no haga de su asignatura un compartimento estanco, y mire a su alumnado entendiendo que cada uno es un ser único, especial y con un gran potencial, entendiendo éste, como diverso y enriquecedor para todos. Todo ello hará que cada vez vayamos convirtiendo nuestras UDIs en verdaderas experiencias de aprendizaje, caminando así hacia el “Diseño Universal para el Aprendizaje” en vez de ofrecer “Currículos Discapacitantes”.
Si realmente queremos programaciones útiles para nuestras aulas, éstas deberán tener en cuenta a todo el alumnado presente en las mismas
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Favorecer el desarrollo competencial en nuestras propuestas didácticas, basarnos en un currículum abierto y flexible, adaptado a nuestra realidad; integrar la cultura del pensamiento en los centros, favoreciéndose la capacidad del alumnado para aprender a aprender de una forma más autónoma…, nos puede permitir crear un nuevo escenario de enseñanza – aprendizaje en el que el alumnado juegue un papel activo, el profesorado sea mediador en los aprendizajes y dichos aprendizajes sean contextualizados y cercanos a la realidad. Así, podemos permitirnos responder a la variedad de intereses, motivaciones, emociones y capacidades a las que nos enfrentamos cada día.
¿Qué sabes?
Una escuela que entiende y atiende la diversidad comprende el proceso de evaluación como algo más que una evaluación calificadora. La autoevaluación, la coevaluación, la evaluación compartida…, se basan en un proceso de evaluación en el que el alumnado juega un papel más activo. La evaluación auténtica sería una buena opción para un modelo de escuela que trabaja por competencias y que favorece la autonomía en el aprendizaje y en la metacognición. Este modelo nos debería permitir pasar de evaluar el aprendizaje a evaluar para el aprendizaje, permitiendo así empoderar al alumno y que se den aprendizajes a partir del error, porque en las aulas diversas el error debe ser una fuente de aprendizaje.
Pasar de evaluar el aprendizaje a evaluar para el aprendizaje
Si evaluamos para mejorar, los procesos nos deben interesar de manera especial, ya que mejorando éstos, mejoraremos los resultados. Ya no interesa tanto la acumulación de conocimientos repetitivos, sino todo aquello que te va a permitir adquirir competencias, destrezas y habilidades; sobre todo, para un mundo líquido, como nos describe Zygmunt Bauman.
La evaluación debe concebirse siempre como un medio, nunca como un fin. Para ello, instrumentos como las rúbricas, los diarios de aprendizaje, los portafolios…, son herramientas que nos posibilitan identificar errores, comprender sus causas y tomar decisiones para superarlos, haciendo así de la diferencia, una oportunidad para el aprendizaje.
Seguimos en el camino
El propósito de la educación inclusiva es permitir que los docentes y estudiantes se sientan cómodos ante la diversidad y la perciban, no como un problema, sino como un desafío para enriquecer las formas de enseñar y aprender. “Aprender tod@s juntos” es lo natural y encierra, en sí mismo, una oportunidad.
Nuestra sociedad nos ha enseñado a disimular nuestras discapacidades y, en ocasiones, aparentar ser alguien que no somos. Compartir experiencias con el alumnado, compañeros y compañeras considerados diferentes, nos ayuda a reconocer nuestros propios miedos y, por supuesto, a conocer nuestras propias limitaciones. Para ello, se necesita una nueva mirada hacia estas personas a las que llamamos discapacitadas. Porque quizás ellas, nos ayuden a ser conscientes de la oportunidad que supone la diversidad para lograr aprendizajes significativos y experiencias emocionales y enriquecedoras para todos.
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La diversidad de capacidades, intereses, emociones, motivaciones, circunstancias individuales, contextos socioculturales, son dignos de tener en cuenta dentro del aula. También, los recursos y las medidas educativas específicas que muchos de estos alumnos y alumnas precisan, deben de ser consideradas de acuerdo con los principios de la no discriminación e inclusión educativa.
Sabemos que esto no ha hecho más que empezar y que hay gran cantidad de aspectos a mejorar. Debemos ser ambiciosos en nuestras propuestas porque quizás es la única forma de lograr que nuestros centros empiecen a vislumbrar una manera diferente de aprendizaje, un aprendizaje desde la inclusión, que nuestros alumnos y alumnas convivan con la diferencia y aprendan de ella, no viendo ésta como algo negativo, sino todo lo contrario, como algo que los hará crecer como personas.
Con el esfuerzo de cada uno de nosotros y nosotras, conseguiremos comprender que “Tod@s podemos aprender de tod@s”.
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