Mi pequeña Noa tiene ahora dos meses y una semana. Lleva media vida confinada, y cuando acabe el estado de alarma acabe, habrá pasado el doble de tiempo de su vida confinada.

Imaginemos que este confinamiento se alargase más de lo esperado, e imaginásemos también que cuando llegue el ansiado día de volver a las calles, a nuestra vida anterior, Noa tuviese ya entendederas para poder explicarle lo que vendrá, lo que tanto deseamos todos.

Y os pongo en esta situación porque me costaría muchísimo explicarle a Noa que aquello que tanto añoramos, que es nuestra libertad, nos llevará a un mundo donde ya no habrá aplausos. Me costará mucho prepararla para la vida que tendremos y me costará mucho hacerle entender por qué la ansiamos tanto.

La vuelta a lo que añoramos supondrá volver a una vida independiente y acelerada, material y capitalista. Noa solo habría vivido, en su vida confinada, experiencias solidarias compartidas entre vecinos que no pueden tocarse, pero que lloran de emoción cuando reconocen el valor de personal sanitario, de limpieza, agricultores y transportistas que mantienen su país vivo y con esperanzas. Me costará mucho explicarle que éstos, que ahora son sus héroes, serán las personas con los trabajos menos valorados por nuestro añorado sistema. Me costará mucho explicarle que cuando volvamos los héroes vestirán con pantalón corto y sus grandes hazañas serán las de dar una patada a un balón o hacer un desfile de moda. Me costará explicarle que solo uno de estos héroes gana más dinero que todos los sanitarios juntos de nuestra provincia. Y es posible que no entienda por qué no son los médicos los que salgan en las portadas de las revistas, y por qué no son los agricultores o camioneros los entrevistados en los programas de la tele. No va a comprender que aquellos valientes que ponen su vida en peligro todos los días para ir al campo a garantizar nuestra subsistencia, después, cuando volvamos, serán personas repudiadas por muchos, que querrán que vuelvan a sus países. Y que aquellos que se queden tendrán que salir a las calles para que cultivar no les cueste más que vender.

niña en la naturaleza sentada junto a un tigre blanco
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Y si pienso en lo bonito que será enseñarle el mar, el monte, el viento, los peces o los ríos, también pienso en lo difícil que será para ella entender que aquello que tanto añoramos no lo respetemos para que nos dure para siempre. Cambiaremos el soniquete alegre de los pájaros de la calle, por el ruido atronador de coches, camiones y máquinas. Cambiaremos el olor a tierra mojada por, como diría el gran maestro Sabina, chimeneas que vierten su vómito de humo a un cielo cada vez más lejano y más alto.

Entendedme que será difícil que ella asimile por qué queremos volver a aquello. Ella cree que nuestro mundo trata a todas las personas por igual, y que la sociedad al completo es capaz de sacrificar su propia libertad para que un grupo de personas con la etiqueta de mayores, tengan las mismas posibilidades de vivir que cualquier otra. Pero encontrará que lo que deseamos que vuelva es un mundo donde las personas con etiquetas son segregadas, apartadas y se les tiene miedo. Y que esa sociedad que necesitamos consiente que esto ocurra. No entenderá por qué no damos aplausos a aquellos que luchan porque todas las personas sean iguales sin importar su condición. Será difícil explicarle que a las personas se les clasifica en personas normales y personas sub-normales en ese mundo que tanto queremos.

Ella cree que nuestro mundo trata a todas las personas por igual

Va a descubrir, si no lo remediamos, que en nuestro mundo ideal y libre hay personas de primera y de segunda, personas que serán más que otras. Esto le será difícil entender ya que una persona que ha vivido cómo todos nos hacemos iguales ante la vulnerabilidad de la vida y el acecho de la muerte vestida de virus, no va a comprender por qué de repente, de un día para otro, unas personas podrán tener ciertas cosas, y otras no; unas personas se creerán mejores que otras por un color de piel o por un lugar o condición de nacimiento. Será muy difícil explicarle el concepto de «deshumanización».

Y todo esto vendrá unido a su primer día de cole. Ese sitio mágico donde podrá tocar a cientos de niños y niñas que como ella, no han podido sentirse y emocionarse juntos. Pero también será difícil explicarle que en el colegio existen sitios diferentes para niños diferentes. Que no todos sus compañeros podrán hacer lo mismo porque unos han nacido con una condición personal diferente. Tampoco va a entender que haya colegios donde los hijos de los héroes del campo y del transporte no podrán asistir porque están reservados para niños y niñas cuyos padres no son héroes, sino ricos.

imagen dividida por una cremallera que se abre, en la parte abierta una niña en la playa, en la cerrada un aula vacía
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Un colegio donde la decepción la encontrará cuando descubra que la música, el arte o la filosofía son las áreas que no cuentan. No lo comprenderá porque en su media vida de confinamiento fue lo que le hizo sobrevivir, fue lo que le dio la libertad que no teníamos y nos hizo soñar despiertos.

Y si quizás soñara con ser científica, para salvar miles de vidas futuras si otra pandemia nos acechase, descubrirá que tendrá que irse de este país, porque aquí solo se invierte en política muy cara que sirve para pedir que se hagan menos hospitales. ¿Te imaginas? ¿Cómo le vamos a explicar que hay gente que quiera que a los hospitales solo puedan ir las personas que puedan pagarlo, solo puedan ir los hijos de los que no son héroes? ¿Cómo va a entender que aquellos/as que arriesgaron su vida por salvarnos tendrán las puertas cerradas en un hospital?

El mundo que tanto anhelamos no era un mundo ideal. Quizás me equivoque, y cuando todo esto se acabe nos encontremos a personas más humanizadas, más tolerantes y más humildes. Quizás Noa no tenga que comprender nada de esto porque la nueva sociedad haya aprendido que ya no podemos seguir siendo los mismos después de todo esto. Ojalá. Pero os confieso que tengo mucho miedo, mucho miedo a volver y que nos encontremos que todo esto que nos ha pasado no nos cambie como personas, como sociedad, como mundo. Tengo mucho miedo de que a la vuelta nos vuelva a cegar la economía, el poder adquisitivo, la propiedad privada y la lucha de clases. Tengo mucho miedo de tener que seguir peleando por un mundo que respete a todas las personas por igual. Temo perder esta ilusión estúpida que tenemos ahora en la que creemos que algo está cambiando cuando salimos a aplaudir. Y digo estúpida porque no puede ser más estúpido el tener miedo a salir de una situación de pérdida de libertad. No puede ser más estúpido ilusionarse por pensar que la humanidad está cambiando, mientras están encerrados entre cuatro paredes. Esperemos que algo cambie.

Solo sé que cambiemos o no, Noa si encontrará algo que jamás va a desaparecer en el ser humano: el placer de emocionarnos cuando nos abrazamos y besamos con otra persona. Ella siempre podrá contar con otro ser humano para sobrellevar el mundo que nos espera.

SUERTE NOA